CUANDO EL OFICIO VETERINARIO SUPERA LA OBLIGACIÓN PROFESIONAL

En ocasiones, valoramos las profesiones en virtud a su necesario grado de vocación, entendiendo, no sin cierto margen de error, que existen actividades que requieren más querencia en su desarrollo. Lo cierto, sin embargo, es que cualquier actividad llevada a cabo con pasión, se convierte inmediatamente en reflejo de aptitud vocacional por el profesional que la realiza.

Son muchos los ejemplos que encontramos dentro de la profesión veterinaria. Son muchos, por fortuna, aquellos veterinarios que además de ejercer su labor con profesionalidad y maestría, dedican su vida a transmitir la pasión y el amor por los animales y, por ende, al resto de la sociedad; con el estimulante objetivo de sensibilizar respecto a la importancia del cuidado y el respeto hacia los animales.

Rebosante de vocación, la veterinaria Ana María Márquez, es uno de los ejemplos que cumple con el perfil de veterinaria vocacional.

En su afán por difundir las bondades de la ciencia veterinaria, desarrollaba hace unas semanas, una iniciativa cuando menos innovadora. Y es que, de la mano de la “Escuela Infantil María de la Sierra”, en la localidad de Arroyo del Ojanco, emprendía el cometido de acercar a un público muy especial, las actividades propias de una veterinaria.

Infantes de dos años de edad, atendían a la visita de Ana María Márquez quien, acompañada de una pareja de chivos, invitaba a los niños a escuchar sus corazones; a entender cómo se vacunan, mediante la simulación de la administración de una vacuna; a mantener un sano contacto con los animales. Todo ello, bajo la atenta mirada del personal docente del Centro Infantil, y de las personas mayores residentes de un centro de mayores, invitadas al efecto, para recordar cómo era aquel contacto con los animales de la granja.

Y es que esta interacción entre mayores y pequeños, pretendía cumplir el segundo objetivo de lograr traer a la memoria de los ancianos, aquellos tiempos en los que su día a día, dependía del trato directo con la ganadería que se desarrollaba en el medio rural.

Ha resultado una experiencia genial”, afirmaba Ana María Márquez tras la experiencia, sin ocultar un cierto temor ante las exigencias propias de un público tan especial. “No es lo mismo transmitir esta información a adolescentes que ante niños tan pequeños. No sabes muy bien cómo van a reaccionar, o si vas a conseguir captar su atención…, pero todo ha resultado de maravilla. Han disfrutado mucho”.

Objetivo cumplido. Una vez más, mediante esta iniciativa, la veterinaria Ana María Márquez, hacía gala de su vocación, acercando el contacto con los animales que antaño, supusieron el sustento de innumerables regiones rurales, y que hoy, resultan grandes desconocidos incluso en esos mismos entornos.

La frase final de Márquez: “Si desde pequeños son capaces de respetar y tratar bien a los animales, sin duda, serán mejores personas”, es un canto a la profesión; un lema a trasladar desde el desarrollo de la actividad de, probablemente, la más bella profesión del planeta.

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